La sexología es la que se dedica a estudiar el deseo, aunque pocos autores consiguen arrojar luz sobre esta parte tan propia del ser humano.
La Psicología aplicada se centra más concretamente en el pensamiento, las emociones y el comportamiento, planos relacionados entre sí. Muchos autores han intentado localizar el deseo en uno de ellos pero es algo tan complejo, que no puede definirse desde un solo plano.
El deseo sexual no es una emoción, ya que los estados emocionales pueden modificarse reestructuración cognitiva o modificación de conducta, pero el deseo no puede modificarse igual. Y es también por esta razón que no se puede enmarcar dentro del plano cognitivo, únicamente. Y desde luego, tampoco puede ser definido en función del comportamiento únicamente. Más bien, podríamos decir que el deseo sexual o erótico se relaciona con los tres planos pero no pertenece a ninguno específicamente, lo que confiere al deseo un carácter único.
El deseo: Redefinámoslo.
Sigmund Freud quiso definirlo desde el concepto de “libido”, pero aunque a día de hoy se siga usando coloquialmente, no es un término del todo preciso. Pero tampoco es fácil definir el deseo operativa y científicamente. Aún actualmente hay muchos sesgos en la investigación de conceptos como este, pues ni qué decir hace un siglo.
Otra aportación a destacar sobre las teorías del deseo erótico es la de la doctora en psicología Helen Singer Kaplan. Fue quien añadió el deseo en el inicio de la respuesta sexual humana (excitación, meseta, orgasmo y resolución) que definieron Masters y Johnson, quedando el modelo de la siguiente forma: Deseo, excitación, meseta, orgamsmo y resolución.
Otro de los investigadores más notables en materia de deseo ha sido el psiquiatra Stephen B. Levine. Él definió el deseo desde tres componentes: el impulso, el anhelo y el motivo.
Pero una de las mejores Sin embargo, una de las mejores conclusiones acerca viene de la mano del médico John Bancroft, quien definía el deseo como un evento experiencial y no neurofisiológico y describía el deseo desde tres dimensiones distintas: La cognitiva, la afectiva y la neurofisiológica.
Actualmente, existen muchos autores que están investigando y escribiendo acerca del deseo sexual. En España, sexólogos como Miren Larrazábal, Francisco Cabello o Joserra Landarroitajauregui son de los que más aportaciones han hecho al respecto de ese tema.
¿Cuáles son las características del deseo erótico?
Partamos de la base de que no existe una definición universal del concepto, sino que presenta unas características que complican su estudio. Algunas de ellas son las siguientes:
Incontrolable: No podemos controlar el deseo erótico pero sí podemos controlar nuestro comportamiento, es decir: Aunque tengamos un deseo determinado hacia alguien o algo, no tenemos por qué realizarlo. Redirigir o suprimir ese deseo, en principio, no es imposible.
Involuntario: No podemos controlarlo bajo nuestra voluntad, ya que si pudiéramos elegir la intensidad de nuestro deseo y a quién dirigirlo, quizás elegiríamos otras formas de desear.
Incoherente: Puedes llegar a desear a alguien con quien no congenias: Puedes desear a alguien con ideologías políticas, religiones y filosofías de vida diferentes, es decir, puedes llegar a desear a gente que en principio considerarías incompatible contigo.
Promiscuo: La característica que mejor describe al deseo. Todo vale, nadie manda sobre él, independientemente de estereotipos, prejuicios, convencionalismos sociales, cánones de belleza o ideologías.
Anárquico: No tiene orden ni una jerarquía específica. Podemos desear a gente que no tiene un rol en nuestra vida cotidiana o incluso a gente que conocemos hace 5 minutos, más que a otras que llevan años en nuestra vida.
Todas estas características hacen del deseo un hecho complejo de investigar, a la vez que curioso, intenso, que forma parte de la naturaleza humana. Está muy relacionado con nuestra intimidad, ya que tiene lugar en lo más profundo de nosotros mismos y nadie más que uno puede acceder a él. En nuestro deseo erótico no hay reglas ni límites, es una de las manifestaciones de libertad más puras con las que contamos como seres humanos.